El Arca se posa sobre el monte Ararat. Noé suelta un cuervo y una paloma (Génesis 8:4-12)

Siguiendo la agenda de Dios. El Arca llega a su destino el día y la hora señaladas. Las aguas empiezan a retroceder para que la nave repose sobre el monte Ararat. Una montaña de más de cinco mil metros en el Cáucaso también conocida con el nombre de Urartu, entre Turquía y Armenia.

Las montañas son un lugar destacado en las Escrituras. Son elevaciones naturales donde se suelen marcan el fin y el comienzo de algún capítulo de la historia. Es así porque suelen ser lugares de encuentro con Dios. Es como si subiendo a ellas nos acercáramos a esferas espirituales, aquellas que influencian e intervienen en los designios de este mundo. Algunos montes de renombre en las Escrituras son:

  • El monte Ararat, donde posó el Arca de Noé.
  • El monte Moriah, donde Abraham intentó sacrificar su hijo Isaac obedeciendo el mandato de Dios.
  • El monte Horeb, donde Dios habló a Moses en la zarza ardiente.
  • El monte Sinaí, donde fue dada la ley.
  • El monte Hermón, donde Cristo fue transfigurado.
  • El monte de los Olivos donde Jesucristo ascendió a los Cielos.

A Noé y su parentela les esperaba ahora uno de los episodios más difíciles de sobrellevar: La espera. Allí varados, los nervios estarían a flor de piel ¿Si ya hemos llegado, por qué no podemos salir? ¿Cuál era el sentido? 40 días estuvieron así, hasta que Noé, tras dejar libre un cuervo y una paloma que por fin hallaron lugar donde posar.

Pasó tiempo hasta que la paloma halló lugar donde anidar. Sin embargo, la paciencia de Noé no se quebrantó. Día tras día liberaba la paloma con la certeza de que Dios estaba deshaciendo el diluvio y rehaciendo la tierra. Al poco tiempo, sin ver defraudadas sus expectativas, la paloma volvió, pero esta vez con una ramita de olivo, un árbol que no crece en lugares altos. Aquella señal indicaba que la tierra seca empezaba a establecerse. En unos pocos días la paloma salió para nunca volver. Indicio inequívoco de que ya era posible el desembarco.

La división del tiempo en 40 días es muy común en las Escrituras. Dios tiene su propio calendario, así que, todo en la Tierra tiene su día y su hora. 40 días fueron los que estuvo lloviendo, así como los días que pasaron desde que terminó la lluvia hasta que Noé soltó el cuervo, 40 días oró Moisés, o duró el desafío de Goliat. Ezequiel también es un profeta que divide los tiempos en periodos de 40 días, que también fueron los días que Jesucristo fue tentado, o apareció a sus discípulos tras la resurrección.

La paloma y la ramita de olivo, aún hoy, son símbolo de paz por antonomasia. Incluso el Salmista anhela la paz y el descanso que cabalga sobre sus alas. Para Salomón es arquetipo del amor perfecto. Su libertad y el poder de sus alas juntamente con su sencillez nos recuerdan que no somos ni tan buenos, ni tan libres, ni tan poderosos como pensamos. Es también figura del Espíritu Santo. La paloma es modelo de sencillez y de inocencia para aquellos que creemos en Jesús.

Las aves son utilizadas, a menudo, por Dios para llevar a cabo sus propósitos. Cuidaron de Elías mientras se escondía. También nos resultan de estímulo y nos dan confianza al ver como Dios cuida de ellas. Aunque también, cuervos y aves rapaces son instrumento de la ira de Dios contra aquellos que desobedecen su Palabra.

Si hay un árbol especial en las Escrituras es el olivo, también el aceite que se obtiene de ellos. Aceite que se utilizaba en libaciones para honrar a reyes, o a Dios. También ha sido símbolo del pueblo de Dios, Israel. En Apocalipsis son dos testigos que con su aceite mantienen encendidas las lámparas de la oración delante de Dios.

¿Qué podemos sacar de esta espera en el Arca? La paciencia y la fe de Noé. Supo aguantar en el Arca durante un periodo tan prolongado sin perder la calma. Supo evitar la tentación de precipitarse y dar un paso en falso. Supo esperar y confiar que, a su debido tiempo, Dios no faltaría a su palabra y daría la señal que necesitaban para volver a poblar la Tierra. Las Escrituras enaltecen la fe de Noé porque, sin duda, su gran gesta fue temer a Dios y tomarse en serio sus advertencias. Todo un ejemplo para la iglesia de Cristo que hoy espera su segunda venida.

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