Los animales son creados (20-25)
Sin entrar en qué medios utilizó Dios para crear los animales, si podemos afirmar que son creados al precepto de su palabra y que son clasificados según su hábitat y según su especie. La Biblia no dice qué métodos científicos utilizó Dios, pero sí dice que fue Él quien lo creó todo. Deducimos, por lo tanto, que todo fue creado ordenadamente y sujetándose a las leyes naturales que Él mismo estableció.
Dios se constituye como el gran arquitecto del universo. Él diseña, Él ordena, Él construye y mantiene la Tierra y todos los animales que viven en ella. Por lo tanto, su fidelidad es inherente a la misma existencia de toda criatura. No importa la inmensidad de los mares y toda la riqueza marina que albergan. No importa los grandes animales marinos que nadan en ella. No hay nada que no haya sido creado por Él por grande y majestuoso sea. El texto bíblico nos recuerda que toda esta maravilla no es para que sea objeto de nuestro culto, ni de nuestro abuso. Es motivo para adorar y bendecir a su único Dios, creador, Señor y sustentador del universo.
No es baladí que Moisés mencione que Dios creó las grandes criaturas de los océanos, siendo criaturas que eran adoradas por aquellas antiguas civilizaciones. El autor proclama que esas portentosas criaturas, no eran otra cosa que seres creados por el Todopoderoso. Además, deja claro que la bendición de la fertilidad sólo puede venir del único Dios verdadero.
El hombre es creado a la imagen de Dios (26-28).
Estos versículos contienen unas de las afirmaciones más importantes de la Biblia. Aquí encontramos unas de las declaraciones con mayor trascendencia de las Escrituras: Que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios. Esto es de suma importancia, porque significa que existe un abismo insalvable entre la naturaleza humana y la naturaleza animal. Si Dios ha declarado esto, cualquier otra concepción de la raza humana se queda corta. Si esto es cierto, afirmar que el hombre es meramente un animal “más avanzado” es prácticamente un insulto a nuestra condición.
Queda pues establecido que, como hombres y mujeres, podemos tener una relación con Dios sin parangón dentro de la creación. Debido, precisamente, a estas similitudes con nuestro Creador aprendemos que no sólo fuimos creados para relacionarnos con el mundo animal o entre nosotros. También fuimos creados para tener una relación personal e íntima con nuestro Creador.
De hecho, queda también establecido, que al hombre le es asignada la tarea de la mayordomía del resto de la Creación. Todo ser viviente queda sujeto a su autoridad. Y esta autoridad le ha sido dada precisamente porque ha sido creado a imagen de Dios. Porque Dios ha creado su propio representante en el Universo. Aquel por el cual será hecha su voluntad en la Tierra.
Otra declaración de suma importancia es que el hombre y la mujer son esencialmente iguales. Exceptuando claros aspectos fisiológicos, no hay diferencias entre ambos. Los dos comparten una misma naturaleza creada a imagen de un mismo Creador. Es interesante notar que para Dios el hombre es un binomio: Adán + Eva. Adán no fue creado para vivir sin compañía. Existe una dependencia mutua entre ambos. El ser humano necesita relacionarse con otros seres humanos, es una necesidad vital. Ella es hueso de sus huesos, y carne de su carne, ambos conforman entonces dos partes esenciales de una misma humanidad.