Isaías 58:14

entonces te deleitarás en el Señor,
y yo te haré cabalgar sobre las alturas de la tierra,
y te alimentaré con la heredad de tu padre Jacob;
porque la boca del Señor ha hablado. Isaías 58:14 (LBLA)


Pero gotas de dolor nunca podrán devolver
La deuda de amor que tengo en ti;
Aquí, Señor, te entrego mi ser
Es todo lo que puedo hacer.
ISAAC WATTS (1674-1748)


En tu precioso nombre, O Dios, Vengo a ti. Mi amor por ti me lleva a tu corazón. Déjame solo gozar de tu presencia, es todo lo que quiero hacer. Amén

Josué 6:4

4. Quizá podríamos decir de este versículo que por cada vez que anunciemos el juicio de Dios, deberíamos orar en silencio 6 veces. Ciertamente la Palabra de Dios debe ser predicada con toda su fuerza, pero también a su debido tiempo, y siempre con el respaldo del Espíritu Santo. Pero esto solo ocurrirá si nos entregamos previamente a la oración.

Siete sacerdotes, siete trompetas, el séptimo día, siete vueltas a la ciudad. El número siete destaca en este pasaje. El llamado número perfecto, tiene muchos parangones en la Escritura:

  • Siete días tiene la semana.
  • Siete pares de animales limpios entraron en el arca.
  • Siete veces rociaba el Sacerdote en el tabernáculo delante del Señor.
  • Siete lámparas tenía el candelero que vio el profeta Zacarías simbolizando los siete espíritus de Dios.
  • Siete son las iglesias del Apocalipsis simbolizadas con 7 candeleros con siete estrellas que simbolizan sus ángeles.
  • Siete sellos tiene el libro de la vida.
  • Siete cuernos y siete ojos simbolizan también los siete espíritus de Dios que rodean la Tierra.
  • Siete trompetas tocarán los siete ángeles del Apocalipsis.
  • Siete son las copas de la ira de Dios también en apocalipsis.
  • La palabra “jurar” en hebreo está basada en la palabra “siete”.

Las siete vueltas a la ciudad el séptimo día, y los siete días en total evocan la Creación. El séptimo día se terminó la creación, y un séptimo día terminaría el éxodo de Egipto. Por lo tanto, pronto iba a iniciarse un nuevo orden.

Una vez más, este nuevo desafío demandaba “fe” al pueblo de Dios, fe para emprender una nueva andadura. Pero juntamente con ello, Dios les estaba pidiendo un nuevo esfuerzo que corroborase esa confianza depositada en Él.

El sonido de las trompetas, en realidad, anunciaba la presencia de Dios. El tipo de trompeta utilizado, cuerno de carnero, no emitía el sonido característico de las trompetas de guerra, sino que emitía un sonido que evocaba  el jubileo. Aquel era un sonido del gozo y de la alegría. Así que el Señor, en realidad, no les estaba mostrando ninguna estrategia militar a seguir, sino más bien les daba indicaciones para celebrar un acto ceremonial de adoración y alabanza a Él.

Sucederá también en aquel día que se tocará una gran trompeta, y los que perecían en la tierra de Asiria y los desterrados en la tierra de Egipto, vendrán y adorarán al Señor en el monte santo en Jerusalén. Isaías 27:13 (LBLA)

Salmos 119:16

Me deleitaré en tus estatutos, y no olvidaré tu palabra. Salmos 119:16 (LBLA)


Abre ahora la fuente de cristal,
Y que fluya el arroyo de la sanidad;
Que la columna de nube y de fuego
Me guíe durante todo mi camino.
WILLIAM WILLIAMS (1717-1791)


Oh Dios, enciende mi corazón desde lo alto, inflámame con un fuego inextinguible que me guíe durante todo mi camino. En el nombre de Jesús te lo ruego. Amén.

Josué 6:3

Josué 6:3. La estrategia para tomar Jericó es de Dios. Él sabe realmente cómo hacer caer esas murallas y dar la victoria a su pueblo. Así que lo único que debe hacer Israel es, como todo buen soldado, obedecer. Lo primero que debían entender era que Dios ya les había dado la ciudad, por lo tanto lo más importante era entender que no debían tener miedo. Una buena forma de quitarse el miedo de encima es acercarse primeramente y examinar aquello que nos lo produce. Así que ¡qué mejor que “todos los hombres de guerra” den una vuelta diaria a la ciudad durante 6 días! Haciéndolo comprobarán la grandeza de Jericó y la dificultad, de poder tomarla por sí solos, en otras palabras, se convencerán del todo que no tienen posibilidad alguna, humanamente hablando. Por otro lado, no podemos pasar por alto lo perplejos que se iban a quedar aquellos fuertes guerreros de Jericó al verlos desfilar… con el Arca. Y  es que, en realidad, no era el arca quien acompañaba el ejército de Israel, sino al revés. Era el pueblo de Israel quien acompañaba la misma presencia de Dios y su Palabra.

Porque ya que en la sabiduría de Dios el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios, mediante la necedad de la predicación, salvar a los que creen.
(1Co 1:21)

Josué 6:2

Josué 6:2. Es bueno escuchar, y escuchar distintas voces, pero lo que de verdad nos interesa es lo que Dios nos está diciendo. Porque sus palabras tienen más valor lo que digan o lo que piensen los hombres, incluidos nosotros mismos.

Para Dios no somos un mero número, un individuo más en la muchedumbre. Tenemos un nombre y el Señor lo conoce. Su relación con nosotros solo puede ser personal. Igual que para Dios 1000 años son como 1 día, y 1 día es como 1000 años. Toda la humanidad tiene el valor de un hombre, y un hombre el valor de toda la humanidad.

Nuestra es la batalla que el Señor nos encomienda, pero solo suya es la victoria. En la vida, solo aquello que procede de Él puede considerarse verdaderamente un logro o una bendición. Y es que, en última instancia, todo le pertenece, sea bueno o malo, no hay nada ni nadie que pueda, o haya podido, resistir el poder de su Palabra. No hay nombre más alto ni poderoso que el suyo. Este mundo con todos sus bienes, con todos sus poderes económicos, políticos o militares nada tiene que hacer cuando se enfrenta al Dios todopoderoso. “Yo he entregado”, ha dicho Dios en pretérito profético. Esto significa que habla en pasado de algo que aún tiene que ocurrir, por lo tanto, ocurrirá con toda certeza.

Dios podría manifestar su poder por sí mismo, pero Él ha querido manifestarlo a través de su pueblo. Él quiere realizar proezas, en y por nosotros, para que hombres incrédulos le conozcan y le teman.

Lamentablemente solemos acobardarnos ante los grandes retos, las grandes pruebas o las muchas dificultades que conlleva la vida. Pero eso no es del todo malo si somos capaces de poner nuestra flaqueza y temor en Sus manos. Porque es cuando nos sentimos indefensos y débiles cuando debemos confiar, tener fe, y esforzarnos para cobrar valentía en los poderosos brazos de su Gracia.

No lo dudemos más, si Dios nos ha dado Jericó, este será verdaderamente nuestro. Pase lo que pase, el Reino de los Cielos es nuestro, porque es el Señor quien nos lo ha entregado.

Josué 6:1

LA CONQUISTA DE JERICÓ

Nos encontramos ante los albores de la conquista de Canaán. Y para empezar nos topamos nada más y nada menos que con la gran ciudad de Jericó, famosa por sus inexpugnables murallas.

Josué 6:1-20

En los primeros veinte versículos Josué dirige a los israelitas rodeando la ciudad de Jericó, siguiendo el arca del pacto, y al séptimo día, los sacerdotes hacen sonar fuertemente sus trompetas haciendo caer sus murallas.

1. Si la gran ciudad de Jericó se hallaba cerrada “a cal y canto” a causa de los hijos de Israel; no podemos esperar tampoco nosotros que “nuestras grandes ciudades” abran igualmente sus puertas de par en par y nos dejen entrar.

La causa, nos dice el texto, eran “los hijos de Israel”. Hoy nosotros no somos aquellos “hijos” de Israel, tampoco lo somos de sangre, pero sí de adopción. Y aún más que esto, somos “hijos de Dios” redimidos por la sangre el Hijo de Dios, Jesucristo, derramó en la cruz. Así que por pura gracia, no por mérito nuestro, ni por decisión humana, sino única y exclusivamente por voluntad divina representamos una “amenaza” aun mayor a nuestra sociedad.

Se nos dice que de la ciudad nadie entraba ni salía. El hermetismo era absoluto. Nada hay más fútil que tratar de entablar amistad con este mundo que nos rechaza por ser quienes somos. Igual que las tinieblas y la luz no pueden coexistir, tampoco podemos mezclarnos con ellos sin perder nuestra identidad. Los poderes religiosos, filosóficos, económicos y políticos de este mundo nada quieren tener con el verdadero pueblo de Dios, aquel que pertenece al Reino de los Cielos. El mundo, no quiere recibir nuestra influencia, y mucho menos “colaborar” con nosotros. Pero es nuestra obligación, y nuestra responsabilidad vivir entre ellos siendo la sal que preserva la vida y la luz que trae esperanza a todo corazón.

Amamos profundamente a las personas que viven entre nosotros, pero rechazamos todo el poder, toda la grandeza, arrogancia y sabiduría que conduce este mundo. Debemos ser la prueba de que si el Señor no edifica la casa, tarde o temprano, esta caerá. Nuestro mundo alardea de poder vivir sin Dios, pero tarde o temprano la voz de Dios se oirá, y entonces las murallas en las que se escudan caerán.

Jericó. La Ciudad de Jericó es la más antigua que se conoce. Su asentamiento se calcula que fue, nada más y nada menos, que 9000 años antes de Cristo. Hay también indicios de que fue la primera ciudad de Canaán. Se cree también que en ella había un gran templo donde se adoraba la luna. Parece ser que el nombre de la ciudad significa “ciudad de la luna”. Así que no nos encontramos solo ante la destrucción de una ciudad, sino también ante la destrucción de su religión.