Noé advierte del diluvio y del propósito del arca (Génesis 6:12-21)

La corrupción del hombre afecta todo lo que nos envuelve. Porque, no sólo nos corrompemos nosotros, lamentablemente, también corrompemos todo aquello que tocamos. Si había algo que caracterizaba la sociedad de Noé era la corrupción.

Así que, Dios ofrece una salida a Noé. Una única posibilidad de salvarse del juicio y la destrucción que Dios, en su justo juicio, ya había decretado: El Arca. A lo largo de la Escritura deducimos que la inmensa nave evoca, inevitablemente, la Cruz de Cristo, o el Arca de la Alianza.

Esta peculiar nave dispone sólo de una ventana en la parte superior que nos permitirá dirigir la mirada hacia el Cielo. Esta será la única fuente de luz durante los días que dure el diluvio en esta singular travesía de fe.

El Arca no es meramente un medio de transporte. También es un pacto entre Dios y Noé. Entrando en el arca Noé tiene la salvación garantizada. Habrá sitio para Él y para su familia, así como para toda especie animal.

Pero para que esto ocurra Noé deberá seguir escrupulosamente las instrucciones dadas por Dios. El Arca debía ser de madera de ciprés, debía tener una composición específica, y algunas características en particular. Por ejemplo, debía tener compartimentos y estar calafateada por dentro y por fuera. Porque no era un Arca “sobrenatural”, aquel artilugio obedecía las leyes de la física como cualquier otro cuerpo. De ahí lo minucioso que fue el Señor en las instrucciones para construirla. Ahí quedaba por delante la monumental tarea de edificar, hacerse con toda provisión, y granjearse multitud de animales.

Los ojos de Dios recorren la Tierra observando todo lo que ocurre en ella nada de lo que sucede les es indiferente. La corrupción del hombre es un mal endémico. Especialmente entre el Pueblo de Dios, tal y como nos muestran las Escrituras. Es por ello que debemos estar en alerta constante, porque somos tan proclives a la idolatría como el borracho al alcohol. La maldad que anida el corazón del hombre nunca está quieta. Siempre está en desarrollo constante, adaptando nuevas formas, y haciéndose cada vez más contagiosa y familiar. Suele ir siempre acompañada con manifestaciones de violencia. Especialmente contra aquellos que no la practican.

Pero, Dios actúa siempre conforme a su justicia, y conforme a su misericordia, tal y como vemos en este pasaje. Sin embargo, su paciencia es grande, y su palabra antecede siempre su juicio. Hoy, al igual que Noé, la iglesia tiene el ministerio de la reconciliación entre Dios y el hombre ante el juicio que se cierne sobre todos.

El Apóstol Pedro nos da los mejores consejos para los últimos días: El ser prudentes, tener sano juicio, ser moderados, sobrios, discretos, y sobre todo fervientes en la oración, sin olvidarnos de la adoración que merece nuestro Dios.

Este mundo recién creado tiene fecha de caducidad. El fin viene siendo anunciado en las Escrituras por los profetas de Dios desde tiempos inmemoriales. Noé fue el primero. Y si, a pesar del predicador de justicia que fue Noé, Dios destruyó la Tierra, también lo volverá a hacer esta segunda vez, pero ya definitivamente. Por eso, el arrepentimiento tiene hoy más valor que nunca.

Pero, Dios siempre ha permanecido fiel a sus pactos. Igual que lo mantuvo con Abraham, y ahora con Noé, lo hará con nosotros. Y nuestro pacto es mayor que el de ellos, porque es el pacto que se hizo en la cruz. Entre Dios y Jesucristo, y Jesucristo y nosotros. Así que, los que hemos creído, no tenemos que temer todo el juicio que ha de venir sobre la Tierra.

El Señor Jesucristo lleva tiempo preparando un nuevo lugar, dónde no sólo las personas, también los animales y la naturaleza en su conjunto viviremos en paz, sin temor y armonía.

El Diluvio es un acontecimiento histórico. Es recogido por distintos pueblos tan ancestrales como los Caldeos, los griegos o los Romanos. Y encontramos relatos de este en culturas tan lejanas como la mejicana o la peruana.

Nos hallamos ante uno de los primeros grandes pactos de las Escrituras. Por un lado, Noé obedecerá las instrucciones de Dios construyendo el Arca, y entrando en ella, y por el otro Dios los privará de la destrucción venidera sellando la puerta. Finalmente 8 personas fueron las únicas que sobrevivieron al Diluvio. Noé, sus tres hijos sus correspondientes cónyuges.

Dios es omnisciente. Esto significa que nada escapa a su conocimiento. Si hay corrupción Dios la ve, y no le pasa desapercibida. No debemos olvidar que la corrupción siempre tiene un mismo origen: La idolatría, que es la que nos conduce inevitablemente a la carnalidad y a la depravación.

Pero, a Dios tampoco le pasan desapercibidos sus hijos. Aquellos que le buscan y le aman. Por eso Dios no se olvidó de Noé. Pero, para salvar a Noé del inminente juicio sobre toda carne, Noé debía seguir detalladamente las instrucciones de Dios. De esta forma Noé validaría la fe puesta en el Dios Creador de los Cielos y la Tierra.

El Arca es sinónimo de Salvación. No era una nave para trasladarse de un lugar a otro, sino el único lugar donde poder despegarse de este mundo y seguir con vida. Siguiendo las instrucciones que Dios les había dado no les faltaría de nada.

Las dimensiones del arca son suficientes para acoger a todos los que iban a ser salvos y proveerles de todo lo necesario. Tanto para la tripulación como para todos los animales. Podemos afirmar que el Arca es también figura de la Iglesia de Dios. Es Dios quien nos separa del mundo tal y como hizo con el Arca.

Ahora, en la iglesia seguimos las instrucciones dadas por nuestro Señor y Salvador. El Arca de Noé también tenía tres compartimentos, como tenía el Tabernáculo y el Templo.

El Arca sólo tenía una puerta, que bien puede ser figura de Cristo. Porque en ningún otro hay salvación. Porque sólo depositando nuestra fe en Él podemos entrar en la Iglesia. La ventana, por donde entraba la luz, podría ser imagen de la Palabra de Dios, y en especial del Evangelio. La verdad que nos guía y nos hace libres.

El apóstol Pedro afirma que el Bautismo es antitipo del Arca. Así que el Arca es también representación de un entierro, cuando entraron en ella, y emblema de la resurrección de Cristo y la nuestra cuando de ella salieron. El bautismo, obviamente, no salva, pero sí nos dirige a Cristo, el autor de nuestra salvación.

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