Lamec y sus esposas, y las habilidades de los descendientes de Caín (Génesis 4:19-24).

Una familia bien numerosa brota de nuestros primeros padres. De sus matrimonios, rápidamente se estableció la humanidad. Caín fundó una ciudad precursora de la ciencia, el arte y la cultura. Esta fue la ciudad de Caín. Una ciudad espléndida, pero pagana. Alejada de la presencia de Dios.

Pero no podemos negar que la obra de Caín fue fecunda. Caín engendró a Lamec, quien fue el primer polígamo según el libro de Génesis. No sabemos si fue realmente el primero en tener dos mujeres, pero lo cierto es que, en la Biblia, la poligamia no suele dar buenos resultados, entre otras cosas, porque nunca fue el plan original de Dios. Entre los prominentes descendientes de Lamec nos encontramos con Jabal, que significa inventor o maestro. Sin duda fue un “Leonardo Da Vinci” de su tiempo. Creador de las tiendas donde podían refugiarse los pastores. Por ello fue precursor de la industria ganadera.

Jubal, su hermano no fue menos. Fue un músico superdotado. Se nos dice que fue el padre de la lira y la flauta. Un auténtico Mozart de la época. Hay quien dice que, en realidad, Jubal fue el inventor de los instrumentos musicales. Porque las palabras utilizadas en el original para referirse a los instrumentos son genéricas, e incluyen tanto los instrumentos de cuerda como los de viento.

La descendencia de Lamec pone los fundamentos de la civilización tal y como la conocemos hoy. Otro de sus hijos, Tubal-caín, fue el que desarrollo la industria del hierro y el metal. Gracias a sus dotes se pudo trabajar el preciado mineral para ingeniar valiosos utensilios y, desgraciadamente, poderosas armas.

Algún erudito ha sugerido que Vulcan, el dios de la mitología griega y romana que representaba el fuego y el metal, toma su nombre de Tubal-caín. El nombre hubiera derivado de Tubal-caín a Vulcaín para terminar en Vulcan o Vulcano. Curiosamente, la esposa del dios griego, Venus, significa “belleza”, como Naama, la hermana de Tubal-caín. Y el nombre de su madre “Zila” significa tintineo, o sonido metálico.

La tiranía de Lamec se hace rápidamente notoria. Vemos como el descendiente de Caín se llena fácilmente de orgullo, odio y arrogancia. Algo que ocurre con facilidad a todo aquel que se embriaga de poder. La respuesta del tirano a aquellos que le causaban algún daño es a todas luces desproporcionada. El engreído no deja, además, de pavonearse constantemente delante de sus mujeres. De hecho, sus palabras están escritas en forma poética. Dicen que es el fragmento poético más antiguo de la historia.

Se han hecho muchas especulaciones sobre este texto. Diremos, simplemente, que es posible que la descendencia de Caín, en este caso Lamec, sufriera a menudo ataques de todos aquellos que aún querían vengar la sangre de Abel. También es posible que, ante el miedo de sus esposas, Lamec decidiese cortar por lo sano y dar un castigo ejemplar que fuese notorio a todos los que aún buscaban retribución. Queda también claro que Lamec trata de escudarse burdamente en las palabras protectoras que Dios declaró a Caín, dando por sentado que, si Caín fue protegido siendo culpable, él siendo inocente tenía derecho a siete veces esa misma protección.

Pero, fueron los excesos de Lamec y su egocentrismo los que le condujeron a la violencia. Era tal su ambición y egolatría que le llevaron al asesinato por causas más bien caprichosas. No toleró que un hombre lo hiriera, no sabemos el motivo, pero lo cierto es que terminó con su vida por algo que podía haber restituido de otra forma. El otro caso es aún más injusto. Porque fue, parece ser, un muchacho, alguien joven, quien le dio un golpe, y ni tan solo sabemos si fue intencionado o no.

Son señales de advertencia. La egolatría, la ambición desmedida, la codicia y el afán por el poder y las riquezas pueden hacernos crueles. Pueden hacernos despreciar la vida humana hasta tal punto de tolerar o causar la muerte de seres humanos con tal de mantener nuestro “Status quo”.

Lamec da por sentado que su vida vale más que la de los demás. Considera además que la venganza es más eficaz que la justicia. La arrogancia y la soberbia del descendente de Caín es más que manifiesta.

Todas las leyes y mandamientos de la Escritura hacen hincapié en preservar la vida humana.  Distinguen claramente entre el valor de lo material, el de los animales y el de las personas. También iguala en gravedad el odio y el asesinato, aunque las consecuencias sean distintas.

La venganza siempre debe ser el último recurso y, en cualquier caso, lo correcto siempre es no vengarse sino encomendar el agravio al Señor, quien juzgará rectamente.

Hay rasgos que distinguen claramente a los inicuos: Son charlatanes, arrogantes, y encima se vanaglorian de su iniquidad.

De nada sirve la jactancia. Sea, cual sea nuestra situación. Porque, ciertamente, no sabemos lo que ocurrirá mañana.

Jesús ironiza las palabras de Lamec cuando afirma ante sus discípulos que no sólo deben perdonar 7 veces, sino setenta veces siete.

La primera pregunta para el alma es: “(Adán) ¿dónde estás?”, la siguiente es “¿Dónde está tu hermano?”.  Todos somos guardianes de nuestros hermanos. Todos los que tienen alguna relación con nosotros, que están a nuestro alcance, o necesitan nuestra ayuda tienen derecho a reclamar.

No debemos aprovecharnos de ellos. Su bienestar y el nuestro son inseparables. Dios conoce a cada uno de sus hijos, no se olvida de ninguno de ellos. Vengará a cada uno de sus santos. La sangre de ellos clamará al cielo y la retribución de Dios no tardará en llegar. Sólo hay una sangre que clama delante de Dios más fuertemente que la de sus Santos. La sangre de Jesús. Porque su sangre habla mejor que la de Abel (Hebreos 12:24). Y esta sangre clama por misericordia y por perdón.