Nos encontramos ante el que es, quizá, el pecado que más nos afecta y peores consecuencias tiene: El odio. Nunca debemos subestimar su influencia y su poder sobre nosotros. Como vemos en el caso de Caín y Abel, la envidia suele ser uno de los principales detonantes de esta lacra.
Caín y Abel tenían una estrecha relación, eran hermanos, quizá incluso gemelos. Desgraciadamente, Caín se dejó arrastrar por la fuerza del mal, recién introducida en la humanidad y consumó su odio cometiendo el primer asesinato de la historia.
Podemos destacar del texto la cercanía que aún había entre el Señor y estos primeros seres humanos. El diálogo entre Caín y el Señor parece de lo más normal. Sorprende incluso el atrevimiento de las palabras del fratricida.
Está claro que Dios conoce todas las respuestas. Las preguntas que Dios suele hacer al hombre son aquellas que el hombre ni tan solo se plantea. En la respuesta de Caín notamos dos cosas. Primero, aparte de asesino, Caín también era un mentiroso. Segunda, manifiesta poca preocupación por aquellos que le rodean. Aparentemente, sólo está preocupado por sí mismo.
Dios hace que Caín se vea reflejado en la sangre de su hermano “¿Qué has hecho?” Quiere que vea que no hay pecado que le pase desapercibido. Y que Él (Dios) sí se preocupa por Abel (todos los seres humanos) a diferencia de Él. Después de estas palabras, a Caín sólo le queda esperar el veredicto de Dios.
Las consecuencias de nuestros actos son inmediatos e inevitables. Como si de la fuerza de gravedad se tratara, Caín ya se halla bajo los efectos de sus acciones. Una maldición ha eclosionado tan pronto la tierra recibió la sangre de su hermano. Ahora, la tierra no sólo le será ardua, también le será hostil. Los pies de Caín no serán bien recibidos en ningún sitio. Tendrá que vivir errante, sin un emplazamiento fijo. Caín ve que su castigo es demasiado grande para poder sobrellevarlo.
Un hombre tan arraigado a la tierra, que tanto ha trabajado, tiene que vagar ahora sin protección alguna. Además, cualquiera que lo vea sabrá quién es y lo que ha hecho, por lo tanto, no tardará en vengar la sangre de su hermano.
El primer asesinato de la historia fue por motivos religiosos. Desde entonces el odio que germina en una falsa religiosidad no ha dejado de derramar sangre de justos y fieles adoradores del único Dios verdadero.
La sangre de Jesucristo, leemos en el libro de los Hebreos, habla mejor que la de Abel. En ella Dios establece un nuevo pacto por el cual nuestros pecados son perdonados, las demandas de justicia por parte de Dios quedan satisfechas, y todos aquellos que han sufrido martirio a causa de la verdadera fe son vindicados.
La humanidad, después de este episodio, parece quedar dividida entre Caines y Abeles. Los primeros pertenecen al Maligno, son mentirosos y asesinos. Son asesinos porque sus obras son malas y no soportan las buenas obras de sus hermanos. Son los que no les importa matar con tal de obtener algún beneficio.
Los dos atributos que mejor definen a Satanás, según las palabras de Jesús son: Asesino y mentiroso. Vemos como ambas cualidades le han acompañado desde el principio. Todo aquel que le sigue es mentiroso y asesino sin remedio.
Pero, aunque el juicio de Dios se haga esperar, ciertamente vendrá. Y toda sangre inocente derramada tendrá su retribución. La ley contempla la muerte del asesino como retribución. Pero, aquellos que murieron a causa de su fe serán vindicados por el mismo Señor. Él mismo pedirá cuentas y hará cumplir la ley.
La idea del juicio de Dios recorre todas las Escrituras. Y no hay escapatoria fuera de la sangre de Cristo. El día terrible de juicio se avecina, y no habrá escapatoria. Sólo aquellos cuyos pecados han sido lavados por su preciosa sangre serán salvos.
Después de asesinar a su hermano (v. 8) Caín negó tener cualquier responsabilidad (v. 9), además, llegó a afirmar que el castigo de Dios (falta de cosechas y vida errante, vv. 10-12) era incluso demasiado severo (v. 13). Aun así, Dios lo protegió gentilmente con una marca o señal que disuadía a cualquier vengador de acabar con su vida (v. 15 — en ninguna parte se aclara cuál fue la naturaleza de esta «marca”), pero le mantuvo la condena a una vida nómada a perpetuidad (v. 12).
Esta fue su condena, ser desterrado de la presencia de Dios (v. 14). Aun así, Caín desafió esa maldición viviendo en una ciudad de la tierra de Nod (literalmente «errante»), al este del Edén (v. 16).
También nos encontramos con el nacimiento de varios principios mosaicos: (1) Los sacrificios deben ser ofrecidos a Dios desde un corazón de fe, y deben ser siempre lo mejor del ganado: Los primogénitos (v. 4). (2) Los israelitas debían responsabilizarse de sus hermanos — protegiéndose los unos a los otros, y nunca matarse entre ellos. (3) La sangre homicida contamina la tierra demandando venganza — la sangre derramada será prueba del crimen (v. 10). (4) Del mismo modo que la venganza de sangre sobre Caín fue evitada por Dios a través de una señal sobre su cuerpo, más adelante establecerá ciudades refugio para evitar que cualquier vengador termine con la vida de ningún israelita. (5) La culpabilidad y el castigo que acarrea forman parte del fundamento de la teocracia de israelita. (6) Vivir sin Dios es peligroso. Sin su protección quedaban expuestos a sus enemigos. (7) A veces el hermano mayor puede ser rechazado en favor del más joven, cambiando así la preceptiva costumbre social.