JUAN 20

Señor, danos fe para creer que resucitaste de entre los muertos y dejaste la tumba vacía. Abre nuestros ojos para verte. Danos corazones gozosos y agradecidos por habernos hecho hijos de Dios.

Sea notoria tu presencia en medio de nuestra congregación. Tu paz habite entre nosotros. Y guíanos conforme tu propósito. Haz que por tu Santo Espíritu seamos fieles ministros de tu Evangelio. Afianza nuestra fe, haznos ver la bendición y la vida que conlleva creer que eres el Cristo, el Hijo de Dios. Amén.

LEVÍTICO 1

Señor, ayúdanos a ser sacrificios vivos de adoración y alabanza. Gracias por haber entregado tu vida en favor vuestro. Por habernos redimido de la esclavitud del pecado y de la muerte y por haber satisfecho la justicia de Dios el padre ocupando nuestro lugar en el altar de la cruz.

FILIPENSES 3

Señor, sé tú nuestro gozo, ahora, y siempre. Que nunca dejemos de regocijarnos en ti. Guárdanos de los perros, hacedores de maldad que sólo buscan despedazarnos. Aleja de nosotros cualquier confianza en la carne, que nuestro servicio sea siempre en el Espíritu, y nuestra única gloria en Cristo Jesús. Ayúdanos a considerarte como nuestro bien supremo. A tener todo por pérdida con tal de adquirir más conocimiento de ti. Que todo se disipe a tu lado. Haz que nuestra fe sea fecunda en frutos de justicia procedente de ti. Ayúdanos a comprender el poder de tu resurrección, así como la valía de participar en tus sufrimientos. Muévenos a ser fieles imitadores de ti, siguiendo el ejemplo de nuestros hermanos y hermanas maduros. A no poner nuestra mente en las cosas de este mundo, y a considerar nuestra ciudadanía está en los Cielos. Mientras tanto, deseamos intensamente tu regreso, y el poder por el cual transformarás nuestros cuerpos por el poder que te ha sido dado. Te alabamos y bendecimos por ello. En tu nombre. Amén.

PROVERBIOS 16

Señor, hoy te presentamos los planes de nuestro corazón para tu aprobación. Te pedimos también la sabiduría necesaria para dar siempre una respuesta adecuada en cada conversación.  No permitas que nos dejemos embaucar por nuestra propia opinión, más haznos ver la verdadera motivación de cada uno de nuestros juicios. No dejes que brote en nosotros el orgullo. Haz que la misericordia y la verdad sean los ungüentos que curen las heridas de nuestro pecado. Y que tu temor nos aparte siempre de caer en el mal. Haz que la justicia sea el fundamento de todo aquello que edificamos. Ayúdanos a ser de espíritu humilde, habitando entre los pobres antes que dividiendo botín con los soberbios. Ayúdanos a no ser nunca causa de conflicto sino más bien instrumentos de paz. Y pon también en nosotros paciencia y dominio propio. En el nombre de Jesús te lo pedimos. Amén.