Señor, alabado y bendito seas por habernos dejado tu Palabra. Abre en nosotros el apetito y así poder nutrirnos. Despierta nuestro paladar para que se deleite en ella. Que sepamos apreciar todas las bendiciones que conlleva creerla y obedecerla.
Señor, no dejes que pongamos nuestra confianza en este mundo, sus riquezas, su poder, o sus naciones. Que nuestra lealtad sea con la Jerusalén celestial y su gran Rey. Adorado, reverenciado, y temido sea. Sé tú nuestro gozo. Sé tú nuestro refugio, porque tu ira pronto se encenderá. Amén.