Señor, ayúdanos a vernos como lo que realmente somos, una gran familia en ti. Si alguna vez alguno tropieza pecando, ayúdanos a actuar en el Espíritu edificando y restaurando con amor y benignidad, sin caer en el juicio. Porque sabemos que nosotros también podemos ser tentados. Ayúdanos a sobrellevar las cargas los unos de los otros. Tal y como hiciste tú. Y no dejes que nos envanezcamos pensando que somos más fuertes que los demás. Ayúdanos a probarnos constantemente, y si podemos gloriarnos en algo, que no sea a costa de compararnos mutuamente.
Muévenos a no cosechar la destrucción que da la carne, sino la vida eterna que da el espíritu. Que no nos cansemos nunca de hacer el bien. Que no perdamos ninguna oportunidad, especialmente entre nuestros hermanos en la fe. Porque sabemos que la cosecha vendrá a su debido tiempo.
Y que no sea nuestro afán impresionarnos mutuamente. Que no tengamos otra gloria que la cruz de nuestro Señor mientras su gracia nos acompaña todo el camino. Amén.