El nombramiento de los animales, la creación de la mujer, la institución divina del matrimonio

Génesis 2:18-25.

Pero el hombre se hallaba en un estado de “perfección en progreso”. Había cierta soledad en Él. Adán era perfecto, pero había una cadencia pendiente de suplir. La balanza era perfecta, sólo faltaba equilibrarla.

Vemos que ahora mismo, en la Creación, hay una unidad, una harmoniosa coexistencia entre hombres y animales. Todos fuimos creados de la tierra, ello explica que compartamos tanta información genética. Toda la similitud que existe entre nosotros y el reino animal no hace más que proclamar que todos tenemos un mismo Creador.

La intención de Dios desde el principio es crear una sociedad jerarquizada de hombres, animales y plantas. Donde el hombre, teniendo la preeminencia, se le asigna un rol muy especial sobre todos ellos. Él debe administrar y cuidar los seres vivos que Dios ha creado. Destacan en estos versículos la estrecha relación entre el hombre y el reino animal. Adán tendrá una labor de Señorío, pero a su vez de estrecha colaboración, incluso de guía sobre los animales. Una vez más, Adán ejercita su rol como representante de Dios entre ellos. Porque la gran diferencia entre ellos y nosotros es que como seres humanos, estamos hechos a imagen de Dios, creador de los Cielos y la Tierra.

Así que Adán, con cierta lógica, empieza a añorar algo de compañía. Adán necesita alguien como él para poder seguir adelante, desea recomponer el equilibrio de la balanza de su vida. Su relación con Dios le llena, su relación con el reino vegetal y animal también, pero Adán desea otro tipo de plenitud. No es que su vida no sea ya una vida completa. Es que es necesario un nuevo estadio en su vida en que Dios de una nueva forma a su existencia. Por eso Dios no añade nada nuevo, simplemente lo hace dormir, toma una de sus costillas, y de ella forma la mujer. Literalmente, una extensión de Adán.

Así que, Dios pone de manifiesto que el hombre es un ser social. Necesita tener relación con sus semejantes, y en especial, una relación estrecha, familiar. Así que, primeramente, queda claro que no es bueno que el hombre esté sólo. Eso no significa que todo hombre o toda mujer estén llamados al matrimonio. Existen muchos tipos de sana relación que suplirán la necesidad de contacto humano aparte de la familia, como; La amistad, y en especial la comunión cristiana. La longevidad del hombre y la duración de su edad fértil proveen al hombre de una cobertura familiar que suele durar más de media vida. Pero lo habitual, al menos hasta ahora, lo normal es que el hombre abandone su familia (padre y madre) y se una a su costilla perdida.

La soledad no es buena. En ese sentido, todo hombre y toda mujer tienen esa necesidad tan vital, y tan legítima como la del calor humano. Sí alguna vez alguien se queda sin esa buena cobertura familiar, será bueno que, como iglesia, y como pueblo de Dios tratemos de dar cobijo a estas personas.

La mujer fue creada a causa del hombre, y esto le otorga al hombre cierta autoridad (no confundir con autoritarismo). Es una autoridad subordinada totalmente a Dios y que implica, en el mismo grado, un sacrificio de amor que “supera” totalmente cualquier galón otorgado.

Por otro lado, también deducimos del texto que el hombre tiene una dependencia de la mujer que no tiene ella. Precisamente, debido a esa “desventaja” frente a la mujer, debería cuidarla como la parte de su ser más preciada.

Así pues, nos encontramos por un lado con Adán y Eva que son una unidad, y que de esta unidad saldrá la humanidad entera. Ello implica que en el fondo todos los seres humanos pertenecemos a una sola familia. Todos, en realidad somos hijos de “carne de mi carne, y huesos de mis huesos”.

RESUMEN

Nos hallamos pues ante la institución del matrimonio, y por lo tanto de la familia. Pilar de toda sociedad. En el texto, se hacen notorios los siguientes aspectos:

  • Las familias se multiplican dividiéndolas. El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer formando una nueva familia.

La unión entre el hombre y la mujer es mutua e indisoluble. Los dos pasan a ser un solo cuerpo. Ambos deben cuidarse y respetarse trazando un nuevo camino común.

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