Hoy, postrados y humillados, admitimos que tú Señor lo puedes todo. Que no hay nada imposible para ti ¿Quién somos nosotros para dudar de tu providencia? ¿Qué otra cosa podemos hacer que no sea mostrar nuestra ignorancia? Te pedimos perdón por todas aquellas veces que hablamos cosas que, en realidad, no entendemos ¡Cuántas veces nuestras voces acallan tus palabras! ¡Cuánto tiempo llevamos ignorando tus preguntas! ¡Cuánto silencio recibes por respuesta!
Admitimos que hemos de pasar por pruebas y dificultades para conocerte de veras. Que es mediante el sufrimiento que te vemos cara a cara. Por eso te pedimos perdón y nos retractamos arrepentidos admitiendo nuestra triste condición.
Más henos aquí, para servirte en toda nuestra manera de vivir. Aunque los hombres nos maltraten, sabemos que tú nos vindicarás. Apártanos, Señor, de toda palabrería, de la mentira, y guíanos en la verdad. Ayúdanos a permanecer fieles en la oración y en el poder de tu Gracia.
No permitas que seamos varas de juicio, sino testimonios vivos y eficaces de tu Evangelio. Gracias por las abundantes riquezas que has preparado para todos aquellos que te aman sinceramente.