El hombre es puesto en escena (15).
Dios crea a todo ser humano en un lugar en concreto de la Tierra, en un entorno natural, social, y cultural en particular. Lo crea con un propósito, y le provee de todo lo necesario para cumplirlo. En el caso de Adán, también fue voluntad de Dios situarlo en un lugar geográfico determinado, y asignarle unas labores específicas,
Pero el propósito de la creación del hombre no se limita a las funciones que le han sido asignadas. Adán sabe que su existencia está estrechamente ligada a una relación muy especial con su Creador. Ambos comparten un mismo entusiasmo e interés por una creación que van a tener que administrar, trabajar, y disfrutar juntos.
La Creación del hombre es singular. El texto denota una proximidad y una implicación por parte de Dios sin parangón en su obra creadora. Y es que Dios ha puesto su imagen y semejanza en Adán. Su deseo es, realmente, que el hombre ejerza de representante de su misma persona y para ello es imprescindible una estrecha relación entre ambos.
El Paraíso del Edén, paradójicamente, no es ese lugar donde pensamos que no se trabaja nunca. Erróneamente, pensamos que el paradigma paradisiaco es un lugar de descanso y desidia a tutiplén. Nada más lejos de la realidad. No sabemos qué labores en concreto fueron encomendadas a Adán, pero sí sabemos para quien trabajaba.
El trabajo nos honra cuando lo entendemos como un servicio al Dios que creó los Cielos y la Tierra.
Sin embargo, no cabe duda de que aquel trabajo era en algo bien distinto a cualquier labor conocida hoy por nosotros. En aquel momento originario de la Creación el pecado no existía, y por lo tanto tampoco acarreaba la maldición que conlleva. Aquella labor, sin duda, contribuía a la realización personal, era placentero, no era estresante, y era ajeno a toda aflicción, o cualquier otra forma de desgaste.
Entendemos pues del texto, que es voluntad de Dios que contribuyamos y formemos parte de nuestra cultura aportando nuestras habilidades y buen hacer huyendo de todo reposo indolente. No hay nada más opuesto al orden natural que entender la vida como algo a consumir mientras esta nos consume a nosotros. La vida es mucho más que el alimento y el vestido tal y como nos recuerda Jesús
En definitiva, Dios hace responsable a Adán del huerto del Edén. Esto significa que Dios nos ha encomendado a todos la custodia de algo en la vida, por lo tanto, debe ser nuestro compromiso cultivarlo y cuidarlo, sea lo que sea. Porque el hecho que sea para nuestro disfrute, no nos exime también de nuestra responsabilidad.
Por último, debemos entender que nada de lo que nos ha sido confiado es realmente nuestro. Sólo somos mayordomos de todo aquello que nos ha sido entregado. Y, por lo tanto, de todo tendremos que rendir cuentas en algún momento. Entender esto será un buen remedio para mantenernos alejados de toda ostentación, disolución, abuso o corrupción.