Hoy nos postramos ante Dios, el único que es omnisciente y todopoderoso. Le pedimos perdón por aquellas veces que nuestras vanas palabras cubrieron su sabiduría. Nos ceñimos pues delante de su presencia preparados para rendir cuentas delante del que hizo los Cielos y la Tierra.
Nos postramos delante de la magnificencia de su portentosa obra. Por su extraordinaria belleza e inefable sabiduría. Avergonzados admitimos que no entendemos. Que nuestra mente es incapaz de comprender tanta maravilla, tanto poder, y tanta esplendorosa bendición.
Pedimos perdón por querer brillar con luz propia, por pretender quedarnos con Sus tiempos y edades ¿hasta cuándo seguiremos viviendo a sus espaldas? ¿Cuándo dejaremos de desconfiar de su amor y providencia?