Hoy pedimos que la Gracia y la Paz de Dios sea sobre nosotros. Bendito sea, pues, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien nos conforta en toda tribulación. Damos gracias al Señor porque toda su iglesia, en la redondez de la Tierra sufre como un solo cuerpo con un mismo propósito y es consolada, a su vez, sólo por Él.
Pedimos pues que, en toda situación, aprendamos a confiar más en Dios y menos en nosotros mismos. Que la oración mutua constituya nuestra primera línea de defensa. Que nuestra conducta sea transparente y sincera para con todos, de edificación mutua. Agradeciendo al Señor todas aquellas personas que Él ha puesto en nuestro camino para predicarnos el Evangelio, traernos esperanza, y sernos de ejemplo.
Alabado y bendito sea Dios porque en Cristo hemos sido ungidos por Él, habiéndonos sellado para siempre con el Espíritu Santo después de haber recibido sus promesas que son siempre sí y Amén.