Hoy pedimos que nuestra cercanía al Señor y a nuestros hermanos nos empape de su amor de tal forma que lo extendamos a nuestro alrededor sin obstáculos. Que su amor gobierne toda doctrina para no ser piedra de tropiezo a los demás.
También pedimos al Señor que nos haga humildes para ser verdaderamente exaltados por Él. Que también nos haga ver la banalidad manifiesta de todo intento de autoexaltación. Que nos dé luz para ser misericordiosos con aquellos que no pueden darnos nada a cambio. Que, para ello, las riquezas del Reino de los Cielos eclipsen todos nuestros deseos terrenales.
Igualmente, pedimos al Señor que todas las ocupaciones y distracciones de esta vida, no nos sean impedimento para asistir a los refrigerios de su Gracia. Siendo Él, Rey de reyes, y Señor de Señores.
Por último, pedimos al Señor un vuelco a todos nuestros valores, que nuestro amor por Él no encuentre barreras en cualquier otra relación afectiva, por buena, estrecha, o legítima que esta sea.