3. El primer requisito para tener auténtica comunión con Dios no es el corazón altanero ni la mano alzada, sino todo lo contrario: El corazón humilde y el rostro postrado. A menudo, los silencios de Dios no ocurren tanto porque Dios no desee hablarnos, más bien somos nosotros quienes no nos acercamos a Él como es debido. En este episodio, por primera vez, nos es revelado el nombre de Dios: “eil-shadday”(Dios todo poderoso). Asistimos a un acto de estrecha comunión entre Dios y Abraham, en el que percibimos no solo su inmensa majestad y poder, sino también su deseo de comunión con nosotros.
Aprendemos que para tener esta relación con Dios debemos empezar considerando quién es nuestro interlocutor, y cuál es nuestra verdadera condición. Lo primero que uno hace cuando descubre a Dios es, necesariamente, caer al suelo en una actitud de humillación y adoración. Aún hoy en oriente…
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