Gracias Señor porque nunca has dejado de esperarnos. Gracias porque nos has amado desde la eternidad. Alabado seas porque para siempre es tu misericordia. Gracias porque no te negaste a extender tus brazos allí en la cruz, y por la esperanza que nos da tu resurrección. Dirige nuestros pasos mientras acudimos a tu morada y alienta nuestra alma mientras anhelamos el calor de tu abrazo y el consuelo de tu beso. En el nombre de nuestro amado Salvador. Amén.