17. Todo tiene que ser, al final, dedicado al Señor. Todo debe ser para su gloria y para su honra, y así será. Si no lo es de una forma lo será de otra. Tanto la salvación, como la perdición del hombre son para la gloria de Dios. Tanto lo que Dios construye, como lo que destruye le glorifica por su santidad.
Dios ha escogido lo más vil de este mundo para glorificarse a sí mismo. No importa lo que los hombres piensen de nosotros, ni cuál sea nuestra reputación, si Dios nos ha perdonado, si Él nos ha salvado, por lo tanto ya no hay nada que temer.
Para Dios, así es nuestro corazón, así somos nosotros. Un corazón misericordioso y humilde es el mejor hogar para el Espíritu Santo que viene a morar a nuestras vidas. Como Hijos de Dios impartimos una secreta y oculta sabiduría de…
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