10. A veces corremos demasiado, a veces tomamos decisiones sin pensar, a veces actuamos según nuestra propia prudencia. Pero el pueblo de Dios solo es verdaderamente libre cuando obedece a su Señor. Una palabra dicha a destiempo puede hacer más mal que bien. Incluso hay veces que hay que callar porque quien nos escucha “pisoteará y destrozará las perlas de nuestra lengua”.
La oración es el silencio más elocuente y poderoso que existe. Antes de evangelizar debemos pedir en oración a Dios que nos dé la ocasión, el tiempo, el pensamiento, la palabra, y la persona adecuada. Eso sí, llegado el momento nuestra voz deberá oírse con toda su fuerza, porque solo cuando hemos orado y escuchado la Palabra Dios en silencio, Él podrá hablar en nosotros.
De hecho, cuando vino el Señor Jesucristo a este mundo no hizo mucho ruido, él era más bien una persona silenciosa, nos dice Isaías 42:2: “No clamará ni alzará su voz, hará oír su voz en la calle”. Su paso por una pequeña región de Palestina en aquel rincón del Imperio Romano paso prácticamente desapercibido por la sociedad de aquel entonces. Sin embargo, sabemos que cuando vuelva nuestro Señor, su voz y poder se harán notar hasta los confines de la Tierra.
Dios tiene su propia estrategia, él no tiene por qué atacar frontalmente, más bien suele hacerlo dando grandes rodeos. Dicen que unos treinta minutos era lo que se tardaba en rodear la ciudad. Media hora rodeando la ciudad en silencio escuchando solo el sonido de las trompetas de los profetas, esa era la estrategia de Dios. Porque “No nos corresponde a nosotros conocer los tiempos y las edades” dice el Señor. Por lo tanto debemos buscar al que conoce nuestros tiempos y sabe cuándo debemos “entrar”, y cuando “salir”.
Bien intencionadamente, muchas veces empleamos métodos que a nosotros nos parecen buenos, pero ¿lo son para Dios? ¿Va el Señor, realmente, delante de nosotros? ¿O estamos pretendiendo que sea Él quien nos siga? Si vamos “por nuestra cuenta” no tenemos nada que hacer. No hay, y no puede haber otro fundamento en la Iglesia que Cristo mismo, y este crucificado y resucitado al tercer día. Los discípulos “no debían” salir de la ciudad hasta que fueran envestidos de poder por el Espíritu Santo. ¿Dónde debes estar tú?
No contenderá, ni voceará: Ni nadie oirá en las calles su voz.
(Mat 12:19)