Josué 6:3. La estrategia para tomar Jericó es de Dios. Él sabe realmente cómo hacer caer esas murallas y dar la victoria a su pueblo. Así que lo único que debe hacer Israel es, como todo buen soldado, obedecer. Lo primero que debían entender era que Dios ya les había dado la ciudad, por lo tanto lo más importante era entender que no debían tener miedo. Una buena forma de quitarse el miedo de encima es acercarse primeramente y examinar aquello que nos lo produce. Así que ¡qué mejor que “todos los hombres de guerra” den una vuelta diaria a la ciudad durante 6 días! Haciéndolo comprobarán la grandeza de Jericó y la dificultad, de poder tomarla por sí solos, en otras palabras, se convencerán del todo que no tienen posibilidad alguna, humanamente hablando. Por otro lado, no podemos pasar por alto lo perplejos que se iban a quedar aquellos fuertes guerreros de Jericó al verlos desfilar… con el Arca. Y es que, en realidad, no era el arca quien acompañaba el ejército de Israel, sino al revés. Era el pueblo de Israel quien acompañaba la misma presencia de Dios y su Palabra.
Porque ya que en la sabiduría de Dios el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios, mediante la necedad de la predicación, salvar a los que creen.
(1Co 1:21)